El Blog de Mildred Historias Cuentos y Relatos

Una mañana fría

Era muy de mañana y miré por la ventana, el día estaba frío y lloviznaba, vaya día de verano, pensé. Es que así es el clima en Canadá, estamos en verano y apenas si la temperatura ha subido a 22 °C, para una persona que proviene de un país tropical es difícil adaptarse a este clima. Bajé las escaleras y me dispuse a hacer el ya acostumbrado café matinal, estaba buscando el azúcar en la alacena cuando sentí que algo se movió detrás de mí, cuando volteé segura de encontrarme con la figura de mi esposo, sorpresivamente no había nadie. Pensé que había sido una sombra que venía de afuera, entonces miré por la ventana de la cocina, la cual daba al patio trasero de la casa y que era un espacio abierto hacia la calle, pero no se veía ningún transeúnte a esa hora.

Seguí preparando el café, ignorando aquel suceso, el olor de esta bebida recién colada colmaba toda la cocina, era embriagante. Inmediatamente, me senté a deleitarme con una taza y volví a sentir que algo o alguien caminaba por el pasillo, me paré de un salto de la silla y corrí a ver qué era, pero no había nada, subí a toda prisa a nuestra habitación y mi esposo dormía profundamente. Recorrí el segundo piso en busca de algo, no estaba segura qué era lo que buscaba, pero no encontré nada que llamará mi atención.

También recorrí el primer piso y hallé el portarretrato con la foto de nuestro hijo en el piso, lo recogí y lo volví a poner en su lugar, nuestro hijo, Daniel, estaba pasando el fin de semana con sus abuelos. A pesar de ser temprano decidí llamar a ver cómo estaba Daniel, mi madre contesto el teléfono y corroboró que el niño estaba dormido en su habitación. Me tranquilicé y seguí leyendo noticias en el celular. No habían pasado 10 minutos cuando el ruido de un golpe seco en la sala me sobresalto, esta vez caminé despacio hacía allí y entre el sofá y una mesita auxiliar me topé con algo inexplicable, lo miré a los ojos y era como mirar el vacío, tenía garras negras y una cola larga, entonces oí a mis espaldas la voz de mi esposo: “aléjate despacio de ese mapache, he oído que su mordedura puede ser peligrosa”.

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